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lunes, 4 de abril de 2011

El Municipio (4)

Dicho todo de un tirón y casi sin respirar, se callo, esperando mi respuesta, sentí que un escalofrió, corría por dentro mío, todo esto que estaba pasando, no era a lo que estaba acostum-brado, aunque Coti, había dicho el día que vino a mi oficina, que yo era un abogado investigador. ¡Si!... Investigador de los vericuetos, lagos, lagunas, puntos y comas, que tienen los distintos códigos y leyes, a los que estamos atados los ciudadanos decentes. Esto era distinto a todo lo acostumbrado, dentro del automóvil, el silencio, era tan espeso, que se podía cortar con un cuchillo, este, solo era roto, por el ruido de la fuerte llovía que golpeaba sobre él y del suave ronroneo del motor, perfectamente calibrado, estábamos estacionados, en el gran playón exterior, de estacionamiento del edificio judicial, mientras percibía las miradas de mis acompañantes sobre mi, conteste con voz trémula.
-  Esta bien, vayamos hasta ese lugar tranquilo, al que usted quiere ir.
-  Llévenos a la delegación de Mercedes.
Ordeno al chofer, con voz firme y baja, de quien esta acostumbrado a mandar con raciocinio,"todos", guardamos silencio, como si estuviéramos pensando, que preguntar o que responder, luego de un viaje de una hora o algo mas, lo que a mi me pareció un siglo, llegamos a la delegación, esta, era un edificio con la fachada bien cuidada y con el clásico, escudo de la policía federal sobre la puerta de la entrada principal, un agente, apostado dentro de una garita, saludo a los oficiales al conocerlos, estábamos ingresando al edificio, cuando del interior, salio un hombre a recibirnos, el que saludo a los dos oficiales jefes con marcada efusión, después de uno minutos, supe que era el jefe de la delegación, el comisario Jorge Rivas, este nos hizo pasar a su oficina, los tres tomaron asiento invitándome a imitarlos, el comisario inspector tomo la palabra, diciendo.
-  Rivas, que te parece si nos haces preparar algo para almorzar, no se ustedes, pero yo estoy famélico -lo dijo, mientras nos consultaba a los tres con la mirada.
-  ¿Unos churrascos con ensalada estarán bien Constanzo? -pregunto él.
-  Perfecto.
-  Mientras nos preparaban el almuerzo, que le parece si nos hace un breve, relato del asunto ese en que está metido, algo sabemos, pero es mejor escucharlo directo de la fuente.
Comencé del principio, desde el momento que Coti viniera a la oficina y lo que había descubierto Santiago y agregue, la visita de los policías al edificio, donde se encontraba la oficina de Rodrigo.
-  Este Santiago, es suboficial nuestro ¿Cómo es su apellido?
-  Reyes, Santiago Reyes, es suboficial mayor, retirado desde el año pasado -conteste con seguridad.
-  Mario, averigua de este hombre, todo lo que puedas.
Mientras el comisario se marchaba, a la oficina contigua que le había indicado Rivas.
Aproveche a preguntar.
-  Constanzo ¿Como saben tanto de mi? Si apenas soy un simple abogado, sin penas y gloria alguna, salvo la de sobrevivir en esta gran jungla de cemento, en la que estamos inmersos.
-  Mucho no sabemos de usted -dijo Constanzo- solo la parte en que usted comenzó a levantar polvo, en algo que se mantenía bien tapado y seguro, sospechas teníamos de estos hechos, pero estamos seguros que el revuelo que usted armo, nos va a servir mucho y si usted quiere ayudarnos, mucho mejor para nosotros y para la sociedad.
Al terminar de hablar Constanzo, entro un hombre que dijo ser el cocinero, anunciando que el almuerzo estaba listo para servir.
Pasamos al comedor, este, era un lugar muy coqueto, parecido a un pequeño restaurante clásico, con estilo europeo, de la zona de Bavaria, salvo que las mesas, estaban todas juntas, formando una sola y larga, esto hacia ver que allí no existían las jerarquías, todos se sentaban juntos, allí estaban el chofer y el custodio de los comisarios, mas algunos rezagados o libres de servicio, que se quedaban haciendo sobremesa, hablando de fútbol, cine, o temas particulares, y de esto fue lo que me toco hablar a mi, cuando Constanzo pregunto.
-  Doctor Guille ¿Cómo se siente noviar con la señorita Ramírez? Después de tantos años de soltería ¿Es difícil o no?
Conteste la pregunta con una voz que denotaba mis sentimientos hacia Paola
- Carlos, sabe que yo no sabia el apellido de Paola, hasta que usted lo nombro, los nombres no sirven cuando uno se enamora,"el amor", es algo que llega solo, sin que nadie lo busque, sin saber cuando o de quien uno se va a enamorar, solo sucede y ya, se vive, o uno se muere lentamente, como si un cáncer hiciera una lenta metástasis por todos los órganos del cuerpo de no ser correspondido, por suerte no es mi caso, a mi me toco vivir y lo estoy disfrutando, mejor que si tuviera veinte años, cuando el amor es compartido por dos personas, que se reconocen diferentes, transita el umbral entre lo terrenal y lo divino.
Todos se quedaron en silencio, sin poder hacer ninguna observación, estaban como analizando lo que habían escuchado, de pronto, uno dijo riendo, yo ni loco le presento a mi señora doctor, por las dudas, haber si me tengo que separar por su culpa. Todos, reímos la alegre ocurrencia. Cambiando de tema, tomamos café, luego, Constanzo propuso volver a la oficina.
Ya en ella, él comenzó a decir.
-  Lo que necesitamos de usted, es que nos ayude a desenmascarar a los policías, políticos y comerciantes que estén involucrados en este entuerto, en fin, a todos los involucrados en ello, conocemos el nombre del que distribuye la droga en los hoteles y a algunas piezas menores, como los conserjes de esos hoteles que las  reciben, pero eso, no nos sirve de nada, porque ellos, son personas descártales
-  ¡Pero! ¿En que los puedo ayudar yo? pregunte intrigado.
-  ¡Ahí! Es donde usted pone en juego, eso que Dios le dio, inteligencia y capacidad de palabra, si con esa forma de hablar que tiene, conquisto a la señorita Ramírez, que no podrá hacer contra los que estamos luchando, usted debería pasar como un futuro cliente, para aproximarse a ellos, provisto de un micrófono pequeño, en el cuerpo o la ropa, bien disimu-lado, porque no son tontos y de esa forma poder identificarlos, para sacarlos de circulación por un tiempo, hasta que cambien las leyes en el país y las pongan mas severas. Por supuesto usted estaría permanentemente vigilado por nuestros mejores hombres. También vigilaríamos a Clara, su secretaria y a la señorita Ramírez, como premio a su ayuda, el secretario de seguridad, el ministro de justicia y hasta el propio gobernador, darían el apoyo, a las demandas que hoy presento en los tribunales, si yo se los pido, pero no le parece mucho un millón de pesos Guille.
Escuchándolo hablar, pensaba en que era un hombre loco y mago, como sabia todo lo que yo hacia y no podía arreglar sus propios problemas solo, necesitando la ayuda de un simple abogado, como lo era yo, para descubrir el asunto de las drogas, también estaba dando por seguro, que yo iba acceder a esa locura del micrófono, mientras yo pensaba en eso, entro un hombre con unas hojas en la mano, un posible fax, saludo y se los entrego al comisario inspector, este los leyó rápidamente y se los paso a los comisarios, mientras ellos los leían, él comento
-  Este Santiago Reyes, es nuestra segunda esperanza en esto, vieron que legajo, veinte y seis años de servicio en la fuerza, ningún dia de parte de enfermo, ningún arresto, varias condecoraciones, muchos procedimientos personales y en grupo, todos limpios y perfectos, dos ascensos por merito, a los diecinueve años ya estaba en la fuerza, consiguió enseguida el pase a investigaciones, estuvo en prevención del delito, robos y  hurtos, sustracción de automotores, drogas peligrosas, luego volvió a prevención, hasta su retiro, ¡Si! es el hombre perfecto para acompañar al doctor Guille, en esta operación, ahora tenemos que hablar con el, para saber si acepta que le cambiemos el legajo, por uno mas de acuerdo al trabajito que le vamos a encargar, si ustedes están de acuerdo en hacerlo a mi modo.
Los comisarios asintieron con la cabeza, yo los escuchaba en silencio, sin entender bien lo que se proponían hacer, lo que no me agradaba, era eso de los micrófonos, pero que Santiago estaría junto a mi, me daba un poco mas de calma y tranquilidad, luego, él se dirigió  a mi para decir.
-  Doctor Guille, se que esto le debe parecer un locura, inventada por este loco que tiene delante, pero como es una red muy grande de narcotraficantes, protegida por policías corruptos, necesitamos a alguien de afuera de la institución, hasta nosotros tenemos buchones, por eso estamos aquí, en esta delegación, me siento seguro, el comisario Rivas es el padrino de mis hijos y tiene un personal fiel a la institución, todos elegidos por él, conocidos en sus años de servicio, que no son pocos.
Le contesté, no muy seguro, de lo que estaba haciendo, al decirle.
-  Bueno, acepto ser su espía, pero me tiene que prometer una permanente seguridad, para Paola Ramírez, tengo miedo, que por mi culpa le pueda pasar algo malo.
-  Eso délo por seguro, como le dije antes, todos van a estar vigilados, ella, su secretaria, el periodista Penna y hasta Emilio, el portero, por si las moscas se vuelven agresivas, gracias por aceptar ser parte de este operativo, lo llamaremos "limpieza", espero que todo salga bien, por nosotros y la sociedad, ya me avoco a ello, usted vaya a hacer de novio de esa excelente y bonita muchacha, tómese unos días de descanso y hacer feliz a quien como van las cosas, pronto será muy especial para usted.
Me quedé mirando al mago que todo lo sabia y pregunte.
- ¿Quien me puede llevar?
-  Los muchachos, después me vienen a buscar, yo me quedo con mis amigos a tomar unos mates y a organizar las cosas, dígale a Reyes, que me voy a poner en contacto con él, para ponernos de acuerdo en tener una entrevista, gracias Guillermo.
Los muchachos, eran los que nos habían traído hasta Mercedes, en el viaje, les pregunte si podía hablar por teléfono, me dijeron que era cosa mía, que a ellos no los molestaba: Llame a Clara, para decirle que todo estaba bien, que preparara un bolsón con ropa que nos íbamos a la costa por unos días, luego llame a Paola, diciéndole lo mismo, pero que me esperara en casa.
Para cuando llegamos, ya había dejado de llover, un incipiente atardecer se asomaba entre nubes dispersas por el viento pampero, que se ponía de acuerdo con mis pensamientos, de ir a la costa.
Paola, abrió la puerta al verme bajar del automóvil, nos abrazamos y besamos con delicia, ella rompió ese mágico momento, preguntando inquisitiva.
-  Guillermo ¿Puedo saber donde estuviste todo el día? Te llamé varias veces, pero tu teléfono me daba siempre apagado, también llamé a Clara y ella, no sabía nada de vos  y como es eso de que nos vamos a la costa, así de repente, apenas pude poner lo necesario en un bolso.
-  Mi querida Paola -contesté poniendo mi mejor cara- donde estuve todo el día, todavía es difícil contestarme a mí mismo esa pregunta, mejor lo dejamos para otro momento y a la costa, nos vamos los cuatro a descansar, vos, Clara, Santiago, yo, salvo que vos no quieras ir, o tengas otro compromiso y si es así, suspendemos el viaje  y listo.
-  ¡Tonto! Que mas quiero que estar con vos, si tuviera otro compromiso, lo dejaría y ya, lo que pasa es que me tomo tan de sorpresa, que solo atine a dejarle una nota, a mi hermana para que avise en el trabajo, esta todo bien, que dijo Santiago.
-  Él no estaba, no lo sabe, se lo dije a Clara solamente.
-  Entonces tenemos que esperar que él venga, ¿Sabes donde esta?
-  No, después de anoche no supe nada de él, espero que venga pronto ¿Te molesta si pongo música suave? la de mi generación, mientras me ducho y cambio de ropa.
-  Esa música de viejos como voz -dijo ella sonriente- es la que mas me gusta, vete a duchar que mientras tanto te preparo un café con leche y tostadas, luego pensamos en que hacer para cenar o si lo hacemos en la ruta.
-  Eso lo arreglamos con Santiago y Clara, en esa libreta -dije ya en las escaleras- esta el nombre de el mecánico, decile me que me traiga el auto hasta casa, que luego le abono el trabajo.
Dicho esto ingrese al baño, ya vestido, me dirigí hacia la cocina, en donde estaba Santiago, hablando con Paola muy amigablemente y tomando café, me uní a ellos saludando a mi amigo, con un fuerte abrazo preguntando.
-  ¿Cómo estas? ¿Dónde es estuviste? ¿Cómo fue tu día? Yo tengo algunas novedades para vos.
-  Y yo para todos, fue un día muy fructífero, pero explícame como es eso del viaje a la costa.
-  ¡Que! No me vas a decir que no queres ir, acaso no te gustó mi departamento en San Bernardo, la pasaríamos lindo los cuatro.
-  Si que quiero ir y Clara seguro también: Pero como casi estoy en el final, de desenredar este embrollo, bueno eso creo yo.
-  Bueno, si es así mejor, solo que un amigo, sugirió el viaje, para descansar y desaparecer de la escena por unos días. Este amigo, también dijo que él, se pondría en contacto con vos, para pedirte algo.
- ¿Qué amigo te dijo eso? Preguntó él.
-  Uno nuevo, se llama Carlos Constanzo.
Al escuchar este nombre, Santiago, me miró, agrandando los ojos como dos huevos fritos.
- ¿Cuando salimos? ¿Llamaste a Clara? -preguntó azorado.
Paola, preguntó sorprendida de nuestra conversación. La que no llegaba entender.
-  ¿Qué hago yo con la cena? ¿Preparó algo o cenamos en la ruta? Si ya salimos.
-  Si Paola, cenemos en la ruta, será mejor, -contesté y pregunté- ¿Trajo el auto el mecánico?
-  Ahí están las llaves, me dijo que esta todo bien -contestó ella- yo estoy lista, podemos salir cuando quieran ustedes.
Los tres lo hicimos dirigiéndonos al automóvil, Paola comentó al verlo.
-  Lindo auto, moderno ¿Que le paso que lo tenia el mecánico?
-  Solo fue un control de mantenimiento general, y si, es moderno, ¿Te gusta el color?- Pregunté, como para distender la situación.
-  Si, es de eso grises que no se les nota la tierra, si están sucios.
Santiago, siempre práctico, acotó.
-  Lo mejor, es que no lo conocen los narcos, espero que el mecánico lo allá revisado bien.
Ya en el departamento de Clara, confirmamos lo de cenar en la ruta, y partir de inmediato. Iríamos por la ruta larga, para evitar la tensión de los piquetes en las autopistas. En el viaje, solo hablamos de cómo nos gustaría mudarnos en forma definitiva a la costa, poner un estudio de abogacía, una regalaría para turistas, un balneario, un restaurante, o algo para vivir y no tener que volver a esta ciudad de locos donde vivíamos.


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